13 de octubre de 2024
Lectura del Libro de la Sabiduría
Sab 7, 7-11
Supliqué y se me concedió la prudencia;
invoqué y vino sobre mí el espíritu de sabiduría.
La preferí a los cetros y a los tronos,
y en comparación con ella tuve en nada la riqueza.
No se puede comparar con la piedra más preciosa,
porque todo el oro, junto a ella, es un poco de arena
y la plata es como lodo en su presencia.
La tuve en más que la salud y la belleza;
la preferí a la luz, porque su resplandor nunca se apaga.
Todos los bienes me vinieron con ella;
sus manos me trajeron riquezas incontables.
Hermanos: La palabra de Dios es viva, eficaz y más
penetrante que una espada de dos filos. Llega hasta lo
más íntimo del alma, hasta la médula de los huesos y
descubre los pensamientos e intenciones del
corazón. Toda creatura es transparente para ella. Todo
queda al desnudo y al descubierto ante los ojos de
aquel a quien debemos rendir cuentas.
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se
arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida
eterna?” Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios.
Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no
levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre”.
Entonces él le contestó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven”. Jesús lo
miró con amor y le dijo: “Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a
los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. Pero al oír
estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque
tenía muchos bienes.
Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a
los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas
palabras; pero Jesús insistió: “Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas,
entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja
, que a un rico entrar en el Reino de Dios”.
Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: “Entonces, ¿quién puede
salvarse?” Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: “Es imposible para los hombres, mas no
para Dios. Para Dios todo es posible”.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para
seguirte”.
Jesús le respondió: “Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos
o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de
recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y
tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna”.