Se celebraba en la Iglesia en España, como devoción de la Espectación del parto de la santísima Virgen, y en Francia se le llama la semana de preparación, porque la fiesta comienza ocho días antes de Navidad.
Como la fiesta de la anunciación de la Virgen era al mismo tiempo que la Encarnación del Verbo y la concepción de Jesucristo. La fiesta se celebraba desde los primeros tiempos el 25 de Marzo con una solemnidad general; y la complejidad era que en ocasiones la fiesta correspondía en días que se celebraba la Semana Santa, inclusive en Viernes Santo, o en la semana de Pascua. Se complicaba celebrar la Encarnación del Verbo en el tiempo que estaba dedicado a solemnizar la memoria de su pasión y muerte, o el triunfo de su gloriosa Resurrección.
En el Concilio décimo de Toledo, que se llevó a cabo en el año 656, se decidió trasladar esta fiesta al 18 de diciembre, ocho días antes de Navidad, como un tiempo únicamente consagrado a celebrar la Encarnación del Hijo de Dios, y la divina maternidad de la santísima Virgen.
Y ordenaron que se celebrara en España con toda la solemnidad posible la fiesta particular de la madre de Dios. Así que la Iglesia en España acepto trasladar esta fiesta de la Maternidad divina de la Santísima Virgen, para darle su solemnidad perfecta y una octava entera en tiempo de Adviento, el que es continuación de la fiesta del misterio de la Encarnación y de la augusta maternidad de la Virgen Santísima.
El Arzobispo San Ildefonso de Toledo (607-667), unos de los mayores devotos de la Madre de Dios, confirmó esta resolución y el mismo le otorgó el nombre de Expectación del Parto de la Virgen santísima, y así dara entender a los fieles que, aunque todo el Adviento deben pedir y desear fervorosamente con la Iglesia el nacimiento del Salvador, muy particularmente deben en estos ocho días aumentar sus deseos, sus votos, sus ansias, sus suspiros por el sagradado parto de la Santísima virgen.
El Papa Gregorio XIII (1572-1585), aprobó después esta fiesta, la que pronto llegó a Francia y a otras partes.
A esta devoción mariana se consagran las mujeres en cinta y recurren a ella para ponerse bajo su protección.
Esta fiesta de la Expectación de la Virgen, se llama también fiesta de O, debido a que durante esta octava se cantan en sus vísperas antífonas particulares que inician con la letra O, y son exclamaciones de gozo y deseo.